Rasgos del buen maestro de artes marciales

No suele hablar mal de otros, y si lo hace es con respeto

Por varios motivos. Por un lado, porque el respeto suele ser uno de los valores fundamentales de las artes marciales. Cualquier persona que se haya interesado verdaderamente por las artes marciales sabe que de todo el mundo tiene algo que aportar.  Pero el maestro además, por encima de artistas marciales, ve a las personas. Todos tenemos defectos. Todos cometemos errores. Pero todos merecemos consideración y respeto.

Por otro lado, la autoafirmación a través de las críticas a otros es un síntoma claro de inseguridad. Y si el maestro no está seguro de sí mismo o de su sistema…

No enseña trucos ni atajos, sino la forma correcta de hacer las cosas

Todo alumno quiere aprende rápido, reconozcámoslo: somos así. Pero el objetivo de la práctica no es un resultado inmediato, sino un aprendizaje auténtico, duradero y profundo. Y para esto hace falta una buena guía, un gran esfuerzo… y tiempo. ¿Hay atajos? Sí, pero nos hacen perdernos parte del camino. ¿Hay trucos? Sí, pero solo sirven para engañarnos nosotros mismos. No se trata de esconder o disimular los errores del alumno, sino de corregirlos. Porque lo que no se aprende bien, de verdad, luego se echa de menos. Las cosas, con un buen maestro, tienen que estar bien hechas. Nadie dijo que aprender artes marciales fuera fácil, y de hecho, ni lo es ni debe serlo.

Es cercano, pero inspira respeto

Ser maestro de artes marciales es casi como ser padre ¿no? Hay que ser comprensivo y afectuoso, y a la vez autoritario y serio. Pero… ¡qué difícil es encontrar este equilibrio!

Un maestro no debe ser alguien que está en un pedestal. Su lugar no es el Olimpo de los artistas marciales, sino el suelo, el Kwoon, donde están sus alumnos. Da igual que le llamen Sensei, Shifu… o Paco. Lo importante es que se estén cómodos con él, que sientan que pueden confiar en lo que les dice, que sepan que vela por ellos.  Que cuando tienen una pregunta, no duden en formulársela a una persona que les escuchará y les ayudará a encontrar la respuesta, no a un “semidios” que se disgusta si la cuestión es inoportuna o que les puede recriminar la interrupción de su clase magistral. Y esto no significa que se le respeta menos.

Creo que, en las artes marciales, a veces no se entiende bien lo que es el respeto. Si piensas que respetarle es llamarle siempre maestro, saludándole efusivamente, acatar sus decisiones sin discusión y saltar como un resorte cuando te llama para ir corriendo a su presencia, creo sinceramente que te equivocas. Todo eso puede estar bien, pero no es necesario. ¿De verdad eso es respeto? A veces es simplemente seguidismo, y hasta servidumbre. Un maestro se hace respetar porque su conducta es ejemplar: humana, pero ejemplar. Porque demuestra día a día sus conocimientos, su carácter y su aprecio por sus alumnos. Por eso ellos le aprecian, confían en él, aceptan sus consejos, la hacen caso… le respetan.

Enseña con lo que dice… pero sobre todo con lo que hace y con lo que es

¿Enseña un buen maestro las técnicas de un arte marcial contándoselas a los alumnos? Que alguien describa cómo debe ejecutarse una técnica no tiene gran valor. La mejor forma de enseñarla es demostrarla, haciendo hincapié en los puntos importantes, pero sobre la base de un ejemplo. Entonces ¿puede un maestro enseñar a sus alumnos a comportarse, a respetar ciertos valores, a dirigir su conducta, únicamente con palabras? Seguramente esas palabras tampoco tengan mucho valor si no van acompañadas de un buen ejemplo. Y ese ejemplo ha de ser el propio maestro. Seguramente no sea perfecto, porque tiene, a buen seguro, sus defectos. Pero aún así debe ser un modelo para sus alumnos, en el Kwoon y fuera.  Y no basta con comportarse como una buena persona, eso no se puede fingir. Todos podemos utilizar buenas palabras, pero… ¿las confirman de verdad nuestra conducta y nuestra forma de ser? Las de un buen maestro, sí.

Disfruta en el Kwoon, enseñando y practicando

La educación requiere vocación. Si a alguien no le gusta enseñar es muy difícil que pueda transmitir, especialmente en el mundo de las artes marciales. La pasión por lo que uno hace se contagia, y es un ingrediente fundamental en la enseñanza. El maestro que se encuentra a gusto en el Kwoon entre sus alumnos; el que suele sonreir y a veces hasta tira de humor en sus explicaciones; el que busca permanentemente nuevas formas de corregir errores o de mejorar detalles; el que pasa parte de su tiempo leyendo libros, viendo vídeos, hablando con otros docentes sobre su arte y la mejor manera de enseñarlo. Ése. Ése, el maestro que disfruta de su labor. Ése es, seguramente, el buen maestro.

 

 

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